FILOSOFÍA DE LA MORTIFICACIÓN, de P. Felix SARDÁ Y SALVANY
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En la palabra mortificación está contenido todo el espíritu del Cristianismo, en su acepcion más profunda y elevada. Ut destruatur corpus peccati, nos manda la Biblia, en un sentido diverso—y aún opuesto—de la ascética oriental, porque su eje es la Cruz de Cristo, único remedio de la culpa y del desorden consecuencia del Pecado Original.

Sin embargo, al creer de las gentes, hoy ha llegado á parecer rara, exótica, impertinente, poco menos que absurda é irra­cional. Tiénenla por extravagante antigualla, digna tan sólo de ocupar los ocios místicos de algun mo­nomaniaco fraile ó ermitaño, á quien por error de cálculo se le antoja que estamos todavía en la Edad Media. Así creen porque ó ignoran ó desprecian el verdadero aspecto de la cuestión, y no hay otro que así la comprenda y la resuma toda: sufrir un poco para eternamente gozar. Ni la vida ni la muerte tienen otra significacion, ni puede darse para el alma racional filo­sofía más alta y más noble; y aun más cómoda, porque si no se paga este tributo a Cristo crucificado, se lo cobrará en su lugar el diablo con violencia y para su perdición. Y para esas deudas es más exigente el diablo que Jesucristo, y con ma­yor dureza apremia á sus víctimas, y sin ningun linaje de consideraciones les dicta auto de ejecución. Es más, aun en esta vida, ó se sufre con Jesucristo, caritativo Cireneo y alentadora compañía, ó se sufre a solas, que es padecer sin esperanza, la más cruel y más horrible espina del padecimiento.

Indice

Primera Parte

I. Cuán oportuna sea y cuán propia de los tiempos presentes esta materia.

II. Qué significa la palabra mortificación según su gramatical etimología, y en qué sentido se la emplea.

III. Que la mortificación forzosa es indispensable a cualquier cristiano por el mero hecho de ser hombre y de ser hijo de Dios.

IV. Que la mortificación voluntaria también es de necesidad: cómo habla de eso el espíritu católico.

V. Razones que abonan especialmente la práctica de la mortificación voluntaria en la vida cristiana ó espiritual.

VI. Breves aplicaciones y una comparación.

VII. Que la mortificación voluntaria no es desprecio de los dones temporales concedidos por Dios á su criatura.

VIII. Que no es degradante para el hombre la práctica de esta voluntaria mortificación.

XI. Que nada realza más la humana dignidad que el voluntario ejercicio de la mortificación cristiana.

X. Que nuestro siglo más que otro alguno necesita esta práctica vigorizadora de la voluntaria mortificación.

XI. Que no es tediosa y aburrida la vida cristianamente mortificada, sino la más feliz y dichosa.

XII. Lecciones diarias de la experiencia sobre este particular.

XIII. Cristo crucificado enseña la eficacia y virtud de la mortificación.

XIV. Cristo crucificado, aliento y estímulo é interior fortaleza del cristiano mortificado.

Segunda Parte

I. Nuevo aspecto de esta materia, distinto del de la serie anterior.

II. Cuán profunda filosofía entraña lo que vulgarmente se llama en el Catolicismo hacer penitencia. Primer fundamento en que estriba esta doctrina.

III. Segundo principio en que se funda la doctrina católica sobre el deber de la penitencia.

IV. De la penitencia en cuanto significa castigo de la culpa cometida.

V. Aclárase con algunos ejemplos la precedente materia.

VI. De la penitencia como expiación ó satisfacción.

VII. Del falso é injustificado terror con que miran muchos la virtud de la penitencia.

VIII. Que todos debemos hacer penitencia. Y que todos tenemos muchísimo de qué y con qué hacerla.

IX. Que es facilísima virtud la de la penitencia, pues todos tenemos para ello sobrados medios: ejemplos al canto.

X. Del modo más fácil de hacer penitencia, cual es hacerla con lo que hemos de sufrir indispensablemente.

XI. Del más eficaz ejemplo de la vida de penitencia, que es la Pasión y Muerte de nuestro Divino Redentor.

XII. Del más glorioso estímulo para la vida penitente, cual es la eterna felicidad del cielo que le está prometida.