LA PROVIDENCIA Y LA EVOLUCIÓN. TELEOLOGÍA Y TEOFOBIA, de Fray Juan T. GONZÁLEZ DE ARINTERO O.P.
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Como el maravilloso orden de la naturaleza reclama imperiosamente la existencia de un plan, y éste la de una inteligencia que lo conciba y presida á su realización, no faltan quienes reconoz­can francamente todo ésto y aun lo defiendan con energía y habilidad; pero quieren que esa Inteligencia sea inmanente y no transcendente. Otros, por fin, aunque no se atrevan á negar la Inteligencia transcendente, vienen á reducirla al papel de un simple Arquitecto, muy sabio y muy poderoso, pero no Creador ni Omnipotente. En suma: á estos sabios á la moda, cualquier cosa les puede servir de dios, exceptuando al Dios vivo y verdadero. Veamos, empero, cómo se derrumban y desvanecen esos ídolos «científicos», empezando por el dios Azar.

Hace una centuria, el insigne dominico Arintero, con la distinción entre especie ontológica (inmutable) y especie orgánica (mutable), y su consecuencia: la evolución limitada, teleológica y teísta, intentó resolver la polémica que arrastró las masas al ateísmo, y a los católicos a la perplejidad. Esta concesión hecha al evolucionismo, sólo parece razonable hasta el momento, el actual, en que la propia ciencia ha corrido en ayuda de la fe, demostrando que tantas pruebas experimentales aportadas no eran tales pruebas sino pura ciencia ficción. No obstante, la obra conserva todo su valor apologético frente al naturalismo, monismo y panteísmo predominantes.

Indice

 

PRÓLOGO.

Capitulo I.—El azar.

I.—El azar y la naturaleza.—Concepto del azar: la constancia y la ley: las coincidencias fortuitas: el azar y la providencia: la causa per accidens y la indeterminación: la regularidad y la causa per se.—La determinación y la intención: la ley y el Legislador: el orden y el Ordenador  1

II.—La combinación del mundo y el cálculo de proba­bilidades.—Imposibilidades morales y absolutas; la dificultad creciendo con la complicación.—Complicación, harmonía y estabilidad del cos­mos.—La forma, la vida, la sensibilidad y la razón  15

III.—Continuación.—La imposibilidad absoluta: confusio­nes epicúreas.—El mundo y la inteligencia.—Las combinaciones incompatibles: la misma materia ordenada al fin; la única combinación posible  26

IV.—E1 azar y la posibilidad de las ciencias.—El orden intencional y el físico-matemático: el azar y la ley moral.—La llíada y la Naturaleza; sofisma de Fouillé; el efecto superior á la causa; la aparición de la finalidad; el cerebro y lo transcendente: la idea de Dios y la nebulosa: la teofobia y la existencia de Dios  30

Capitulo II.—El mecanicismo y la fatalidad.

I.—Las pretensiones mecanicistas.—Las propiedades de los órganos y su asociación oportuna: la vida y la organización: micromeristas y organicistas; la causa del orden y la elección: las propiedades de la materia y las funciones del organismo: elemento ideal.—Los órganos con distintas funcio­nes, y las funciones idénticas de distintos órganos condenando el mecanicismo  39

II.—El dualismo teleológico.—La constitución de las causas; la eficiencia y la finalidad.—El plan inten­cional y los medios de ejecución; la teleología y el mecanismo completándose y no excluyén­dose.—El dualismo real de los monistas.—Fata­lismo de Hartmann; la necesidad lógica y la te­leológica.—El mecanismo teleológico y la soberana Inteligencia.—Insensatez del monismo  53

III.—Continuación.—Utilidad de la teleología: los cientí­ficos y los teleólogos.—La finalidad y la contingen­cia: inexactitudes de Boutroux: la teleología en el determinismo físico: no es fuerza nueva, sino con­dición de la misma eficiencia.—Conclusión  67

IV.—El determinismo sin fatalidad.—La contingencia en lo moral y en lo físico: la conveniencia en las leyes naturales: la tierra y la vida.—La necesidad hipotética, instituida: la materia ordenada al fin: el orden y la naturaleza de las cosas.—Las leyes constantes y la Providencia.—La contingencia y la determinación teleológica  75

V.—La finalidad como razón de la eficiencia. La deter­minación de las causas; la ley y la orientación: el fin ad quem y el propter quem.—El orden y la inteligencia: la ley y la causa.—La finalidad como principio fundamental; su percepción incons­ciente y reflexiva: la ciencia y la ley harmónica; la ley y el pensamiento: la harmonía general y la Inteligencia suprema.—La finalidad y los fundadores de la ciencia.—Conclusión  103

Capítulo III.—El pesimismo.

I.—El mal y el Legislador supremo.—Azar ó fatali­dad; exageración pesimista.—Preponderancia del bien: la vida.—El mismo mal ordenado al bien: el dolor, el mal moral; bienes que resultan del mal: exigencias del bien  110

II.—El mal y la suma Bondad.—La Omnipotencia y lo absurdo; lo creado, limitado y defectible: false­dad del optimismo absoluto, sea cuantitativo ó cualitativo.—El optimismo relativo y la razón del mal: necesidad de los males; el orden general y lo inútil ó nocivo: los microbios.—El mal no es elemento sino condición poscaída del bien.—La evolución y el parasitismo.—Resumen: nuestra ignoran­cia y vida de pruebas; la incredulidad y el pesi­mismo  116

III.—El orden y el aparente desorden.—La monstruosi­dad; el sacrificio y la circulación de la vida: riqueza y economía; la ley general y la finalidad particular: condiciones de los organismos.—Argu­cias de Lange.—Sabiduría de la Naturaleza; an­tropomorfismo materialista; el hombre como ser moral y como parte del cosmos  136

Capítulo IV.—El evolucionismo.

I.—Estado de la cuestión.—Pretensiones de los ultra-evolucionistas.—El «milagro» realzado  148

II.—La adaptación.—Su influencia; la aclimatación y los cambios de medio; adaptaciones en los peces, las aves y los cuadrúpedos.—La adaptación progresiva y la Providencia; teleología; adapta­ciones preventivas; la necesidad; el uso y desuso; la previsión y preordinación divina.—La varia­ción orientada    153

III.—La selección.—Sus condiciones teleológicas en la lucha, variación y herencia.—La utilidad nula ó tardía; caracteres desarrollados á pesar de la selección; los embrionales y los miméticos.—La selección germinal.—Vano recurso á la emigración y aislamiento.—El tipo orgánico y la tendencia interna: declaraciones y confesiones  161

IV.—Continuación.—Pretensiones materialistas: crítica.—Flaquezas de la selección: las especies morfológicas: la utilidad relativa; el tipo harmónico; las propiedades correlativas y el plan: papel secundario de la selección.—Insuficiencias de la utilidad; los caracteres morfológicos y el progreso.—Vanos alardes monistas; la evolución y el azar  183

V.—La correlación.—Su generalidad; importancia en el darwinismo; aversión de los darwinistas.—Diver­sas formas de correlaciones; significación teleoló­gica; el darwinismo en retirada.—La adaptación y la correlación  197

VI.—La correlación y la selección sexual.—Coordinacio­nes notables; su complicación en el polimorfismo, correlaciones de la sexualidad; orientación de la variabilidad y la herencia; curiosas manifestacio­nes de ésta.—La belleza y el plan ideal; el instinto de preferencia.—La selección sexual y la ley de evolución  207

VII.—La herencia.—Significación y oficio; teleología; naturaleza íntima; la herencia y el principió vital; la tendencia evolutiva y la materia germinal; la herencia y la ley de evolución  213

VIII.—La evolución progresiva.—Factores teleológicos; naturaleza y término definido; teleología esencial.—Causa adecuada, negación de la causalidad.—Principio racional de la evolución; evolución y Providencia; subordinación de los factores mecániccs; el plan; la evolución y las causas finales.—Testimonios  223

IX.—La evolución y la creación.—El orden, la ley, el movimiento y la materia; la creación ante la evo­lución: los límites de ésta.—El plan.—La más noble idea de Dios.—El darwinismo ante el cos­mos; el comienzo de la evolución.—El mecanismo y lo transcendente.—La tendencia, la evolu­ción y el Creador; el mecanismo realzando la teleología.—Fracaso total del ultra-evolucionismo  239

Capítulo V.—El panteismo.

I.—La inmanencia.—Sus confusiones y contradiccio­nes: consecuencias inmorales del panteísmo; la conciencia desmintiéndolo.—La harmonía de la Naturaleza y nuestra limitación: el mundo y la divinidad  261

II.—La teleología inmanente y su causa primera.—La diversidad de séres. El cambio y la transcen­dencia: vanas argucias de un abate; interna con­tradicción del monismo: los efectos sin causa; el absoluto, relativo y necesitado; el «Dios» que «se hace»; cúmulo de absurdos en la evolución: el fantástico «Ideal».—La evolución y la inteligencia transcendente  265

III.—La tendencia ciega y la finalidad inconsciente.—El agente inmediato y el principal.—El arte natural y el del artista perfecto.—El genio y el instinto; la intuición del fin y los medios; la previa inten­ción.—La inteligencia, unida ó separada, como causa del orden  280

IV.—Los organismos y los artefactos.—Proporcionalidad en sus causas. Inmanencia en artefactos y trans­cendencia en organismos.—Las cosas y su razón de ser; la causa transcendente y la finalidad inma­nente; la plena razón del instinto, de las maravi­llas de la vida y del concierto cósmico: la intención del bien común.—Conclusión  286

V.—Las antinomias de la razón.—Las aparentes y las reales.—El antropomorfismo y el zoomorfismo: el efecto revelando la causa; el instinto, como oscuro y derivado; la inteligencia imprimiendo ten­dencias.—El arte y la naturaleza; aquél simple continuación de ésta.—La ciencia y la Causa primera.—El ateísmo, negación de la ciencia  251

Capitulo VI.—El Criticismo.

I.—El Arquitecto y el Creador.—Valor de la prueba te­leológica. El Ordenador, dueño de la materia; la finalidad y la naturaleza tienen el mismo autor; el ordenador relativo y el Absoluto  312

II.—Relaciones de las cinco pruebas de la existencia de Dios.—Alcance de la teleológica  315

III.—Resúmen general.—La creencia de todos los pueblos.—Las aspiraciones del corazón; las exigencias del orden moral.—Conclusión  323